Los incendios forestales y el cambio climático son dos caras de la misma moneda. En España ya se ha declarado la emergencia climática y según el informe El planeta en llamas de la organización internacional independiente WWF dedicada a la defensa de la naturaleza y el medio ambiente, el país es especialmente vulnerable a estos dos fenómenos a raíz de la falta de inversión en políticas de conservación, el abandono de las actividades relacionadas con los bosques y la escasez de prevención.
Gestión sostenible de los bosques
La pandemia de la Covid-19 ha detenido la mayoría de iniciativas de lucha contra el cambio climático para centrar todos los esfuerzos en frenar la propagación del Coronavirus. Pero lo cierto es que la crisis climática no puede esperar y la urgencia de un cambio de modelo para combatirla es más imperativa que nunca.
Los llamados “incendios forestales de sexta generación”, menos frecuentes pero más devastadores e incontrolables que el resto, están atacando a todo el planeta generando daños ecológicos de valor incalculable como es el caso de la Amazonia, el pulmón verde de la Tierra.
En este contexto de pérdida de biodiversidad, se hace más necesaria que nunca la recuperación de zonas forestales degradadas y, al mismo tiempo, una buena gestión de los bosques que asegure la regeneración de las masas forestales y reduzca el riesgo de incendios. El caso de los alcornocales es un gran ejemplo, ya que los alcornoques (Quercus Suber L) son una especie especialmente resistente al fuego, pues su corteza externa (el corcho) es un abrigo natural ignífugo, por lo que cuando hay un incendio el abrigo de corcho se quema superficialmente pero en el interior la planta sigue viva. Además, a diferencia de otros tipos de bosque quemado, el de alcornoque puede ser habitado a los pocos años de haberse incendiado.
Estas dotes de cortafuegos naturales, sumadas a otras ventajas medioambientales de los alcornocales –regulación del ciclo del agua, disminución de la erosión, servicios ambientales…-, hacen patente la necesidad de doblar esfuerzos para recuperar bosques abandonados y crear estructuras forestales que dificulten la propagación del fuego y faciliten su extinción.
Una crisis improrrogable
Si hablamos de la crisis climática, el sector corchero quiere ser también ejemplar, pues genera una huella de carbono negativa y contribuye a mitigar el cambio climático debido a la fijación del dióxido de carbono a la atmósfera. De hecho, se estima que los alcornocales retienen hasta 14'7 millones de toneladas de CO2 anuales (Cork Information Bureau | 2019).
La preocupación por la emergencia climática se traslada también a la sociedad en general, que reclama la transición hacia una economía que haga un uso responsable de los recursos naturales sin priorizar maximizar beneficios económicos a cualquier precio y que impulse productos que, como el corcho, no sólo no contaminen sino que contribuyan a revertir los efectos del cambio climático.